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los sistemas y todas las consolas quedaron afectadas. No puedo decirlo con seguridad.
Había problemas por todas partes y creí que eran los paneles. Lo siento, capitana.
En la voz de Haral había un profundo abatimiento: no estaba muy acostumbrada a
equivocarse. Nunca.
-En una situación similar -dijo Pyanfar-, con los paneles sobrecargados se habrían
encendido las luces rojas; así que no estoy demasiado segura de que te equivocaras, Haral.
No, no estoy nada segura de ello.
-Saldré ahí -dijo Haral.
-¿Y qué harás? Para una avería de ese calibre se necesitan obreros especializados.
Obreros mahe. No. Seguiremos esperando.
-Están llegando los suministros pedidos -le informó Chur un rato después por el
comunicador desde la cubierta inferior. Había pedido pescado congelado de los viveros de
Kirdu II; algunos artículos stsho para Tully y más cintas del traductor. Pyanfar comprobó el
reloj y vio que ahora ya pasaban del tiempo previsto originalmente para la partida. El
servicio de recaderos había sido informado del retraso tan rápidamente como ellas y el
comprender la insolencia de ese acto hizo aumentar aún más su presión sanguínea-.
¿Capitana? -le preguntó Chur al no llegarle respuesta.
-Comprendido -dijo Pyanfar fríamente, y Chur cerró la transmisión.
Otra hora. La pantalla mostraba una incesante actividad alrededor de la tobera.
Pyanfar se dedicó a revisar los tableros, metiéndose por entre las consolas, haciendo una
comprobación tras otra, emergiendo de vez en cuando para examinar de nuevo la pantalla o
escuchar una nueva comunicación. La estación volvía ya a la normalidad. Sólo los knnn
parecían haberse quedado dormidos, sus naves derivando por el sistema, comunicándose
ocasionalmente entre ellos con sus eternos gemidos.
El ascensor al otro lado del pasillo abrió sus puertas con un zumbido. Pyanfar lo oyó
y salió del hueco en el que había estado trabajando, limpiándose las manos y poniendo un
poco en orden su melena. En el corredor resonaron unas suaves pisadas.
-¿Tía?
Pyanfar se apoyó en el brazo de su sillón y contempló a su sobrina con el ceño
fruncido, Hilfy se quedó inmóvil un segundo en el umbral sosteniendo un papel entre los
dedos y luego se acercó a ella, entregándoselo.
-Acaba de llegar con un mensajero. Lleva sello de segundad.
Pyanfar lo cogió con cierta brusquedad y rompió el sello con una garra, arrugando la
nariz. La firma del Stasteburana. Saludos, respetos y las máximas seguridades de que se
estaba haciendo todo lo posible.
-Las buenas noticias del Maestre -fue traduciendo Pyanfar con voz disgustada-.
Tendremos escolta hasta nuestro punto de salto al partir y confirma la salida para dentro de
quince horas. Maldita sea, estaban enterados de esto o de lo contrario ya habrían venido
aquí a reclamar esa cinta. Estoy segura de que desean tenerla en sus manos antes de
terminar el trabajo. ¿Está esperando aún el mensajero?
-No.
-Malditos sean todos.
-Te refieres a la cinta de Tully,
Pyanfar alzó los ojos hacia Hilfy, en cuyo rostro aún no muy barbudo de adolescente
aparecía el inicio de un ceño fruncido.
-¿Se trataba de un comentario?
-No, tía.
-Ya le dije al Extraño las razones de haber obrado así.
-A Tully, tía.
Pyanfar tragó aire con un siseo ahogado.
-A Tully, si así lo prefieres. Le dije por qué. ¿Logré que me entendiera?
-Él estuvo hablando con Chur de ello.
-¿Y qué dijo?
-Que lo entendía.
-¿Y el resto de vosotras?
Hilfy ocultó las manos a la espalda, bajando la vista y luego mirándola de nuevo con
las cejas arrugadas.
-Se ha dado cuenta de... de los problemas que estamos teniendo. Durante el último
descanso intentó hablar con todas nosotras, dioses, cómo lo intentó. Al final... -sus orejas se
abatieron de pronto y sus ojos volvieron a clavarse en el suelo- ...al final abrazó a Chur y
luego hizo lo mismo con todas nosotras pero no era... no era como un macho a una hembra,
no era eso, Era como si necesitara decir algo y no tuviera ningún otro modo de hacerlo.
Pyanfar siguió callada, apretando fuertemente las mandíbulas,
-Ha empezado otra cinta -dijo Hilfy-, el nuevo manual.
-¿Ah, si?
-Se lo dimos y se instaló con él en la sala de operaciones. Ahora mismo está
introduciendo el vocabulario tan de prisa como puede.
Pyanfar frunció el ceño, perpleja ante lo que oía.
-También le gustaron las ropas stsho. Dijo que eran calientes, y que no le importaban
los adornos.
-Ya -Pyanfar se puso en pie y golpeó levemente el pecho de Hilfy con una garra-. Ah,
qué buen chico es Tully, tan comprensivo y agradecido. Chiquilla, he recorrido esta ruta
bastantes veces y he tenido mi buena ración de mentirosos y timadores en ella. En primer
lugar, dado que estamos hablando de ese tema, no me gusta nada que el Extraño duerma
con vosotras. Lo permití en un instante de blandura y quizá de estupidez porque no me
gustaba que andará por ahí abatido y no deseaba que se matara del mismo modo en que...
del mismo modo, entiéndelo bien, chiquilla, en que admitió haber matado a uno de sus
compañeros,., en nombre de la amistad.
-No es justo hablar así de él. Lo que hizo fue un gesto muy valeroso.
-Concedido. Y puede que aún tenga en su cabeza unas cuantas ideas valerosas que
poner en práctica. La tripulación está acostumbrada a tratar con especies diferentes a la
nuestra y las creí capaces de no perder la cabeza, pero no me gusta que estés ahí. Bien
saben los dioses que te has ganado el derecho a estar ahí abajo, y preferiría que estuvieras
ahí en otra situación distinta a la actual pero ahora tenemos también a ese condenado
Extraño y me pone nerviosa, sobrina, igual que me ponen nerviosa los objetos que pueden
explotar sin ningún aviso. No me gusta que estés cerca de él,
Las orejas de Hilfy estaban tan pegadas al cráneo que resultaban casi invisibles.
-Perdóname, tía. Si me ordenas que vuelva a mi camarote particular, lo haré.
-No -dijo Pyanfar-. Pienso hacerte algo peor que eso: voy a confiar en tu buen
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