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dependen del cuerpo! ... Todo nos fastidia cuando no
estamos bien.�
�Manifest� que pensaba lo mismo, y a�ad�:
��Consideremos ese fastidio como una enfermedad, y
veamos si hay manera de curarla.�
��Eso es hablar razonablemente dijo Carlota y por mi
parte, creo que podemos hacer mucho: hablo por
experiencia. Cuando alguna cosa me mortifica y comienzo
a ponerme triste, corro a mi jard�n, me paseo tarareando
algunas contradanzas, y se acabó la pena.�
��Eso quer�a yo decir repuse al instante . Sucede con
el mal humor lo que con la pereza. Hay una especie de
pereza a la cual propende nuestro cuerpo, lo que no impide
que trabajemos con ardor y encontremos un verdadero
placer en la actividad, si conseguimos una vez hacernos
superiores a esa propensión�.
�Federica estaba muy contenta: su novio me replicó que
no siempre es el hombre due�o de s� mismo, y sobre
todo, que no hay remedio conocido para manejar los
sentimientos.
��Aqu� se trata respond� de una sensación des-
agradable, que ninguno querr�a experimentar, y mal
podemos conocer la extensión de nuestras fuerzas si no
las ponemos a prueba. Todo el que est� enfermo consulta
con los m�dicos, y nunca rechaza el tratamiento m�s
penoso ni las medicinas m�s amargas, si cree recobrar la
salud que desea.�
(5) Hoy tenemos sobre este tema un excelente sermón de Lavater,
�Adivirtiendo que el buen anciano aplicaba el o�do para
que forma parte de los que ha basado en el libro de Jon�s. (Nota del
participar en la conversación, levant� la voz, y le dirig�
autor.)
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Johann Wolfgang von Goethe: Werther
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estas palabras:
��Se predica contra muchos vicios; pero no s� que nadie
haya predicado contra el mal humor.� (5).
��Esto toca a los p�rrocos de las ciudades dijo el padre
de Federica ; los aldeanos no tienen ni noticia de tal
achaque. Sin embargo, no vendr�a mal alguna que otra
vez un sermoncito: a lo mejor, seria una lección para el
juez y para nuestras mujeres.�
�Todos nos re�mos de este final; �l mismo hizo lo propio,
y tanto que rompió a toser, con lo cual quedó interrumpida
la conversación por algunos minutos. Despu�s tomó la
palabra el se�or Schmidt, y me dijo:
��Hab�is dado el nombre de vicio al mal humor, y me
parece que eso es exagerar.�
��De ning�n modo repliqu� , �cómo he de calificar
una cosa que da�a a nuestro prójimo y a nosotros mismos?
�No basta con que no podamos hacernos felices los unos
a los otros? �Es tambi�n preciso que acab�remos al placer
que cada uno puede procurarse a�n a s� propio? Citadme
un atrabiliario que sepa disimular su mal humor y
soportarlo sólo para no turbar la alegr�a de los que le
rodean. �no es m�s bien un despecho oculto, hijo de nues-
tra peque�ez, un descontento de nosotros mismos loca
vanidad? Vemos gente feliz que no nos debe su felicidad,
y esto nos es insoportable.�
�Carlota me miró, ri�ndose de la vehemencia conque yo
hablaba y una l�grima que sorprend� en los ojos de
Federica me animó a continuar:
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���Mal hayan dije aquellos que utilizan el imperio que
tienen sobre un corazón, para arrancarle las alegr�as
inocentes que brotan en �l! Todos los dones, todos los
agasajos posibles, no bastan para pagar un instante de
placer espont�neo que suele convertir en amargura la
envidiosa suspicacia de nuestro verdugo.�
�Mi corazón estaba lleno de pasión en este momento, mil
recuerdos acudieron a mi alma, y el llanto se agolpó en
mis ojos.
�Continu�: ��Por qu� no hemos de decirnos cada d�a:
todo lo que puedes hacer por tus amigos es respetar sus
placeres y aumentarlos tomando parte en ellos? �Puedes
acaso ofrecerles una gota de b�lsamo consolador, cuando
sus almas se hallan atormentadas por una pasión que aflige,
despedazadas por el dolor?... �Y cuando la �ltima, la m�s
espantosa enfermedad sorprenda a quien hayas ator-
mentado en sus horas de dicha cuando en el lecho, en el
m�s triste abatimiento levante al cielo sus apagados ojos,
y el sudor de la muerte se apodere de su frente l�vida, y
t�, de pie junto a la cama como un condenado, veas que
nada puedes con todo tu poder y sientas filtrarse la
angustia hasta el fondo de tu alma, pensando que lo dar�as
todo por depositar en el seno del moribundo un �tomo de
alivio, una chispa de valor!...�
�Estas palabras me hicieron recordar de una ma nera
vigorosa un suceso parecido que yo hab�a presenciado.
Me alej� del grupo, llev�ndome el pa�uelo a los ojos, y
sólo volv� en m� cuando la voz de Carlota me gritó:
��V�monos!�
��Cómo me ha rega�ado durante el camino, por dedicar a
todo un entusiasmo vehemente! ... Dice que esto me matar�
si no consigo dominarme. �Oh, no, �ngel m�o! Yo quiero
vivir para ti.�
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6 DE JULIO
�Carlota est� siempre al lado de su moribunda amiga, y
siempre es la misma; siempre esta criatura afable y
ben�fica, cuya mirada, dondequiera que se fija, dulcifica
el dolor y hace felices a las personas. Ayer tarde fue a
pasearse con Mariana y la peque�a Amelia. Yo lo sab�a,
me reun� con ellas y caminamos juntos. Despu�s de haber
andado como una legua y media, volvimos hacia la ciudad,
y llegamos a la fuente, que ya me gustaba mucho y que
ahora me gusta mil veces m�s.
�Sentóse Carlota sobre el peque�o muro, los dem�s
est�bamos de pie delante de ella. Mir� alrededor, y me
acord� del tiempo en que mi corazón estaba solitario.
��Fuente querida! me dije a m� mismo ; �cu�nto tiempo
hace que no he gozado de tu frescura, y cu�ntas veces,
pasando de prisa junto a ti ni siquiera te he mirado!� Baj�
los ojos y vi que sub�a la peque�a Amelia con un vaso de
agua, cuidando de no verterlo.
�Mir� a Carlota y comprend� todo lo que ella es para m�.
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