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volver a acostarse sobre aquella superficie tan incómodamente dura . No he oído ningún
ruido.
Están muy lejos de aquí. No puedo esconderlos... Tendría que hacer un esfuerzo
demasiado grande, y fracasaría. Pero intentaré ayudarles para que te encuentren.
Enara se sentó junto a él, esparciendo a su alrededor los pliegues de su chamuscado
caftán marrón y alisándolos con tanto cuidado como si fuera un magnífico traje de gala y
estuviera esperando recibir invitados de un momento a otro. Después sus manos se
curvaron alrededor de una de las manos de Han en un contacto tan delicado que
resultaba casi imperceptible, y su cabeza giró hacia las puertas cerradas del
compartimento que los mantenían encerrados.
Han no dudó ni por un momento de que estuviera diciéndole la verdad. Enara era una
mujer sorprendente e incomprensible, propensa a emitir afirmaciones extrañas y a
padecer largos períodos de ensimismamiento anunciados por una mirada distante y una
aversión a cualquier clase de compañía. Pero de todos los prisioneros del compartimento,
Enara era la única que había sabido superar sus necesidades y sus temores para
ofrecerle su amistad. Había sido la primera en hablarle cuando Han llegó al
compartimento, y el suyo había sido el único rostro en el que pudo ver compasión cuando
despertó sumido en una agonía de dolor después de la terrible paliza que le había infligido
Nil Spaar.
Pero la tenue promesa de un rescate no bastó para impedir que Han se adormilara. El
dolor le agotaba rápidamente, y sus órganos maltratados y sus músculos desgarrados y
maltrechos no le daban ni un solo momento de respiro cuando se encontraba consciente.
El sueño era su único alivio.
El combate se acerca dijo Enara durante uno de los instantes en que Han estaba
despierto . Si tienes que caminar...
Si esas puertas se abren podré llegar hasta ellas. Pero sigo sin oír nada.
Pronto lo oirás dijo Enara.
Han vio que estaba muy pálida, y notó el temblor de sus manos y que aquella piel que
normalmente estaba reconfortantemente fresca parecía arder junto a la suya.
Enara... ¿Qué ocurre?
No puedo mantenerlos separados. Tantos muertos... Tu camino es tan duro, hay
tanto caos... murmuró Enara.
¿Tienes alguna clase de poderes empáticos?
Sentir la muerte no es nada difícil dijo Enara . Se acercan. Ya casi están aquí.
Fue en ese momento cuando Han realmente empezó a creer que estaba ocurriendo
algo a bordo de la nave estelar. Intentó sentarse en el mismo instante en que Enara caía
bruscamente hacia adelante, dejando escapar un estridente gimoteo mientras se
presionaba la frente con las palmas y su despeinada cabellera le ocultaba la cara.
Unos momentos después se oyeron ruidos al otro lado de las puertas: gritos, disparos
de armas desintegradoras, golpes asestados sobre el mamparo y un insoportable rechinar
metálico que Han estaba seguro de conocer, pero que su mente drogada por el dolor fue
incapaz de identificar. Después la pequeña compuerta incrustada en los portalones del
compartimento se abrió de golpe, y la imponente silueta de un wookie llenó la abertura.
¡Chewie!
Chewbacca cruzó corriendo el compartimento con un gemido lastimero y alzó en vilo a
Han. Después echó la cabeza hacia atrás y, con un rugido de puro deleite, hizo girar a
Han en una vertiginosa serie de círculos que trazaron una danza de alegría.
Ay... Ten más cuidado, Chewie respondió Han sin tratar de ocultar su propia
alegría . ¿Por qué has tardado tanto? ¿Dónde está mi nave?
Y después soltó un chillido cuando Chewbacca hizo algunos malabarismos con él en
un esfuerzo para coger su comunicador. Después de haber soltado una seca serie de
ladridos por el aparato, Chewbacca se echó a Han al hombro y fue hacia la entrada, que
había pasado a estar vigilada por otro gigante.
Espera... Espera... Los demás... Espera, Chewbacca, los demás. Tenemos que
sacarlos de aquí... Enara, Taratan, Noloth... ¡Para, condenada bola de pelos! gritó
Han . Ponme en el suelo, ¿de acuerdo? Todavía no estoy muerto. ¡Enara!
Mientras Chewbacca obedecía de mala gana, Han vio que Enara seguía sentada en el
suelo, aunque ya no estaba doblada sobre sí misma.
Vamos, Enara la llamó . Hay sitio para ti. ¿Verdad que sí, Chewie? ¿A cuantos
podemos sacar de aquí...?
Y entonces la sorpresa le dejó sin habla mientras su mirada recorría la sala. Ninguno
de los prisioneros mostraba la más mínima reacción a lo que estaba ocurriendo: todos
seguían dispersos en sus lugares y grupos habituales, durmiendo, hablando y bebiendo
agua de los conductos de goteo.
¿Qué está ocurriendo aquí? preguntó, dando dos pasos tambaleantes hacia
Enara . Vamos, vamos... Nuestra reserva acaba de expirar y el hotel quiere que dejemos
libres estas habitaciones.
No puedo dijo Enara . Vete, por favor... He llegado a mi límite.
No entiendo de qué me estás hablando.
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