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grandes gotas en el agua agitada. Se aproximó la forma de ballena del Leviatán
arrastrando redes. Clam abandonó su bolsa de aire, agarrándose después con fuerza a la
sutil malla de la red; un momento más tarde estaba sobre el puente salpicado de lluvia. Su
subida a bordo no fue causa de pandemónium alguno esta vez. Una tripulación bien
adiestrada respondió a la sirena con una cadencia regular de botas chirriantes. Se
alinearon filas de hocicudos llevando redes que les llegaban a los hombros, cercas
andantes. Clam reconoció la amenaza y saltó sobre el techo de la cabina.
Rodó el trueno. Las palmeras de la joroba susurraron en el viento. ARNOLD salió del
follaje y estudió al béntico, separado de él por un centenar de yardas cubiertas por las
filas del amasijo de redes. Clam estaba desnudo, su piel era oscura y, como él, era un
gigante de seis pies. ARNOLD vestía un mono estándar y un ancho cinturón claveteado.
Sus grandes y desnudos pies, como los de Clam, producían un ruido sordo y chapaleante.
 ¡Hola!  gritó Clam, agitando la mano.
ARNOLD movió silenciosamente las redes para descender. Avanzó lentamente a
través de la malla mojada. Clam miró a su alrededor en previsión de un posible ataque
desde atrás. La nariz del barco carecía de escotillas visibles. Mas allá de la protuberancia,
una de las grúas trabajaba despreocupadamente con pesada malla planctónica.
Solamente la parte de la tripulación que estaba en cubierta y ARNOLD parecían haberse
apercibido de su presencia.
 Puedo permitirte vivir  ofreció Clam si me entregas el barco.
ARNOLD se detuvo.
 ¡ENTRÉGAME EL BARCO!
Un gallo cacareó en el subconsciente de ARNOLD y cubrió a máxima velocidad las
sesenta yardas de cubierta despejada, saltando con los dientes al descubierto y las uñas
prontas. Clam no podía creer la furia del ataque: patadas, mordiscos, arañazos. Se
desplomaron sobre el puente delantero. Los dientes de ARNOLD penetraron
profundamente en el antebrazo izquierdo de Clam. Una ola los separó de la proa del
barco y el vasto buche los absorbió, sumergiéndolos en los rastrillos. Los dedos de
ARNOLD se engarfiaron ante su cara para cerrarse después estrechamente sobre su
garganta. Clam se retorcía en el cenagoso montículo verde, perdiendo pie. Las redes de
los hocicudos envolvieron a la pareja con un pegajoso amasijo de malla. Clam hundió las
uñas en los dedos que le ahogaban mientras perdía el sentido. La visión del túnel le
atemorizó. Encontró el dedo medio izquierdo de ARNOLD y lo inclinó hacia atrás
rápidamente, rompiéndolo con un crujido. Se aferré a él, retorciéndolo duramente. El
apretón de ARNOLD cedió. Clam volvió al mar de un salto, arrastrando con él la red y a
tres hocicudos que se hundieron.
Drum jadeaba al palmear el antebrazo de ARNOLD. Una tablilla acordada mantenía el
dedo dañado junto a los otros cuatro, en una configuración de abanico.
 Buen guerrero. Lo hiciste bien. Tienes sólo once años y has derrotado a la bestia
béntica. Les registros de Rorqual lo identificaron como el mismo que dio fin a la carrera
del capitán Ode hace doce años. Ahora es más viejo y más sabio, y sin embargo tú
salvaste el barco. El mar está ahora abierto para la Colmena. Podemos pescar al arrastre
en cualquier punto de la plataforma.
ARNOLD sonrió e hizo gestos altivos. Aceptó el espaldarazo y regresó a los astilleros
para realizar algún pequeño trabajo de tierra que sólo requiriera un brazo. Cuando sus
heridas sanaran sería el capitán de nuevo.
Drum llevó las grabaciones de la batalla a la capilla.
 Permitió que el béntico escapara. Tendremos que mejorar su condicionamiento bélico.
Utiliza la cinta más fuerte, «Dan el de Dientes Dorados». Tenemos seis semanas antes de
que embarque de nuevo.
Mullah programó su leptoánima mec.
 ¿Hasta dónde quieres llegar con esto? Tengo aquí una cinta que muestra a Dan
decapitado, de manera que puede luchar en dos batallas a la vez. Su cabeza vence,
cayendo después flojamente al segundo hoyo donde el cuerpo rechaza al segundo
contendiente. Vence fácilmente en ambos casos.
Drum movió la cabeza, diciendo:
 No. Mantén la fisiología de la batalla plausible en términos humanos. Queremos que
ARNOLD emplee algo de juicio. No mucho, sino una pequeña cantidad. Al menos
nominalmente, y en virtud de cierto condicionamiento inducido por cintas de aprendizaje,
él será el capitán del barco. Está programado para tener algo de juicio.
LEPTOANIMA:DAN EL DE DIENTES DORADOS
¡Click! ARNOLD/Dan extrajo con el hocico el envejecido hueso de buey de la suciedad.
La cadena repiqueteó. Con los ojos medio cerrados saboreó la médula y la ternilla junto a
los condimentados del humus mojado.
Dan husmeó el suelo, preguntándose dónde estaba enterrado su otro viejo hueso.
«Cluck, cluck». Sus pupilos, los emplumados amigos del gallinero, estaban nerviosos.
Con las orejas tiesas, observó el esmirriado pino. Apareció un enorme intruso, negro y
peludo, caminando sobre las patas traseras. Tenía largas garras y dientes blancos y
afilados. Su masa corporal era veinte veces la de Dan. «Cluck, cluck». Dan se heló para
acallar su cadena. El intruso estaba tan pendiente de los sabrosos moradores del
gallinero que pasó por alto el círculo de hierba marchita que señalaba el final de la
cadena. Cuando su gran pata trasera izquierda entró en el círculo, Dan saltó, hundiendo
sus dientes en la hirsuta piel negra. Los tendones saltaron bajo sus zarpas. Un golpe
astilló una tibia, de la que brotó sangre. El intruso estaba caído, aullando. Las garras y los
dientes abrieron el pellejo de Dan, quebrando su espina dorsal y esparciendo sus
intestinos. Dan devolvió la desecha tibia a sus fauces, que cerró con fuerza, mientras la
oscuridad le tragaba.
El leptoánima de Dan flotaba por encima de la sangrienta escena. El voluminoso
intruso yacía inerte con un perceptible bulto sobre su tobillo izquierdo, la cabeza de Dan. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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