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píldoras que receta a las viejas damas con problemas de vértigos... las píldoras contra el
mareo. Me pidió que fuera a verle a su oficina.
En vez de tener las píldoras preparadas, me condujo a la habitación de exámenes y
cerró la puerta.
- Señorita Viernes, ¿debo llamar a una enfermera? ¿O prefiere que la examine una
doctora? Puedo llamar a la doctora García, pero no me gustaría despertarla; ha estado
trabajando toda la noche.
- Jerry, ¿qué ocurre? - dije -. ¿Cuándo he dejado de ser Marj para usted? ¿Y por qué
este remilgado protocolo? Simplemente deseo un puñado de esas píldoras contra el
mareo. Esas pequeñas y rosadas.
- Siéntese, por favor. Señorita Viernes... de acuerdo, Marj... no recetamos ese
medicamento o sus derivados a mujeres jóvenes... para ser preciso, a mujeres en edad
fértil... sin asegurarnos de que no están embarazadas. Podrían causar defectos en el feto.
- Oh. Tranquilícese, muchacho; no estoy embarazada.
- Eso es lo que vamos a comprobar. Marj. Si lo está... tenemos otra medicación que
aliviará sus molestias.
¡Oh, bueno! El muchacho estaba simplemente preocupándose por mí.
- Mire, suponga que le digo, Muchacho Explorador honorífico, que ningún hombre se
me ha llevado a la cama en mis últimos dos períodos. Aunque algunos lo han intentado.
Usted entre ellos.
- Naturalmente, ahora lo que tengo que decir yo es: «Tome este frasco y tráigame una
muestra de orina, y luego yo tomaré una muestra de sangre y una muestra de saliva. He
tratado antes con mujeres a las que nadie se ha llevado a la cama».
- Es usted un cínico, Jerry.
- Estoy intentando cuidar de usted, querida.
- Sé que lo está haciendo. De acuerdo, seguiré con las tonterías. Si el ratón chilla...
- Es un jerbo.
- Si el jerbo dice que sí, entonces puede usted notificar al Papa en el Exilio que por fin
ha ocurrido, y yo compraré una botella de champán. Ha sido la explicación más tonta de
mi vida.
Jerry tomó sus muestras e hizo diecinueve otras cosas, y me dio una píldora azul para
que la tomara antes de cenar y una píldora amarilla para dormir y otra píldora azul para
tomar antes del desayuno.
- Esas no tienen la fuerza de las que usted había pedido, pero servirán, y no harán que
un futuro bebé pueda nacer con los pies al revés o algo así. Le llamaré mañana por la
mañana tan pronto como sean horas de oficina
- Creía que los tests de embarazo eran hoy en día un servicio mientras-usted-espera.
- Oh, vamos. Su bisabuela utilizaba el método de esperar a que la cintura se le
ensanchara. Está usted muy mimada. Desee solamente que yo no tenga que repetir el
test.
De modo que le di las gracias y le besé, lo cual pretendió evitar pero sin demasiada
insistencia. Jerry es un inocente.
Las píldoras azules me permitieron cenar y luego desayunar.
Me quedé en mi cabina hasta después del desayuno. Jerry llamó a su debido tiempo.
- Felicidades, Marj. Me debe una botella de champán.
- ¿Qué? - Me dominé por Tilly -. Jerry, está usted rematadamente loco. Fuera de sus
cabales.
- Por supuesto - admitió -. Pero eso no es ningún handicap en este asunto. Venga a
verme y discutiremos un régimen para usted. ¿Digamos a las catorce?
- Digamos ahora mismo. Deseo hablar con ese jerbo.
Jerry me convenció. Enumeró los detalles, mostrándome cómo se había realizado cada
uno de los tests. Los milagros ocurren y yo estaba demostrablemente embarazada... de
modo que era por eso por lo que mis pechos se habían puesto algo blandos últimamente.
Tenía un pequeño folleto para mí, diciéndome lo que tenía que hacer, lo que tenía que
comer, cómo debía bañarme, qué tenía que evitar, qué esperar, y cosas así de aburridas.
Le di las gracias, lo tomé y me fui. Ninguno de los dos mencionó la posibilidad de un
aborto, y él no hizo comentarios chistosos acerca de las mujeres «que no se han llevado a
nadie a la cama».
Sólo que yo no lo había hecho. Burt había sido el último, y eso había sido dos períodos
atrás, y de todos modos yo había sido esterilizada quirúrgicamente en la menarquía y
nunca había utilizado anticonceptivos de ninguna clase en toda mi ajetreada vida social.
Todos esos centenares y centenares de veces, ¡y ahora él me dice que estoy
embarazada!
No soy totalmente estúpida. Una vez aceptado el hecho, la vieja regla de Sherlock
Holmes me dijo cuándo y dónde y cómo había ocurrido. Una vez de vuelta en la cabina
BB me dirigí al cuarto de baño, cerré la puerta con llave, me quité las ropas, y me tendí en
el suelo... apreté ambas manos en torno a mi ombligo, tensé mis músculos, y empujé.
Una pequeña esfera de nailon salió fuera, y la cogí.
La examiné cuidadosamente. No había la menor duda; era la misma pequeña bola que
había llevado allí desde que me había sido practicado el truco quirúrgico, la que había
llevado siempre excepto cuando transportaba algún mensaje. No era un contenedor para
un óvalo en estasis, no era un contenedor para nada... sólo una pequeña, lisa, translúcida
esfera. La miré de nuevo, y volví a introducirla en su sitio.
Así que me habían mentido. Me había sorprendido en su momento lo de la «estasis» a
temperatura corporal debido a que la única estasis para tejidos vivos de la que había oído
hablar implicaba temperaturas criogénicas, nitrógeno liquido o más bajo aún.
Pero eso era problema del señor Sikmaa y yo no pretendía ser una biofísica... si él
tenía confianza en sus científicos, no era misión mía discutir. Yo era un correo; mi única
responsabilidad era entregar el paquete.
¿Qué paquete? Viernes, tú sabes condenadamente bien qué paquete. No uno en tu
ombligo. Uno de aproximadamente diez centímetros, mucho más profundo. Uno que fue
implantado en ti una noche en Florida cuando fuiste inducida a un sueño mucho más
profundo de lo que esperabas. Uno que tarda nueve meses en ser entregado. Eso
pospone tus planes de completar el Grand Tour, ¿no? Si este feto es lo que tiene que ser,
entonces no van a dejarte abandonar El Reino hasta que efectúes la entrega final.
Si deseaban una madre huésped, ¿por qué demonios no lo dijeron? Hubiera sido
razonable al respecto.
¡Esperen un momento! La Delfina tiene que dar a luz su propio hijo. Para eso se ha
organizado toda esa manipulación: un heredero para el trono, libre de todo defecto
congénito, de la Delfina... indiscutiblemente de la Delfina, nacido en presencia de al
menos cuatro médicos de la corte y tres enfermeras y una docena de miembros de la
corte. ¡No de ti, híbrida PA con tu falso certificado de nacimiento!
Lo cual me llevaba de vuelta al escenario original con sólo una ligerísima variación: la
señorita Marjorie Viernes, riquísima turista, toma tierra en El Reino para gozar de las
glorias de la capital imperial... y atrapa un mal resfriado y tiene que ir al hospital. Y la
Delfina es llevada al mismo hospital y... ¡no, alto! ¿Haría la Delfina algo tan plebeyo como
ser una paciente en un hospital abierto a los turistas?
De acuerdo, probemos esto: tú entras en el hospital con un mal resfriado, tal como se
te ha instruido. Aproximadamente a las tres de la madrugada sales por la puerta trasera
en un carro de provisiones con una manta echada encima tuyo. Vas a Palacio. ¿Cuánto
tiempo pasas allí? ¿Cuánto tiempo necesitan los médicos de Palacio para disponer la
química del cuerpo real de modo que sea receptivo al feto? Oh, olvídalo, Viernes; no lo
sabes ni necesitas saberlo. Cuando ella está lista, os sitúan a las dos en sendas mesas
de operaciones y abren tus piernas y te lo sacan y lo implantan en ella, mientras aún es
pequeño y no presenta ningún problema.
Luego tú recibes un buen premio y te vas. ¿Te da las gracias el Primer Ciudadano?
Probablemente no en persona. Pero posiblemente sí de incógnito, si... ¡Alto, Viernes! No
sueñes despierta; tendrías que saberlo mejor. En una conferencia en tu entrenamiento
básico, una de las conferencias orientativas del Jefe, te dijeron...
«El problema con este tipo de misiones es que, después de que un agente la ha
completado satisfactoriamente y con éxito, algo permanente le ocurre a ese agente, algo
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